Un hombre demasiado rico
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Por: Ofelio Peláez
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Había una vez un señor muy rico, tan rico que solo tenía plata, mucha plata. Entre sus sueños (de niño rico) era ser presidente de una República donde proliferaban los golpes de Estado, las caídas de mandatarios, estafas multimillonarias a gente de la clase media y de los pobres, a las que les llamaban “Feriados Bancarios”.
Claro para algunos millonarios ese señor no era tan rico ni se merecía tanta atención. Lo menospreciaban y hasta lo humillaban cuando le negaban la entrada a ciertas reuniones o cuando quería incursionar en ciertos negocios. Vulgarmente lo miraban por encima del hombro. Y con ello su rencor y sus pretensiones de convertirse en Presidente de la República se amasaban con más odio y venganza. Claro, tuvo tiempo, bastante tiempo para ello y se concentró en su objetivo.
Con la plata amasada, incluso, logró casarse con una mujer emparentada con un banquero, un hombre de negocios que de inmediato lo conectó con ciertas tareas, un tanto oscuras y riesgosas. Por ejemplo: cobrar deudas a clientes morosos, amenazar con juicios y embargos. De a poco, tuvo un aprendizaje sinuoso y puntilloso: nombres, cuentas, negocios, contactos y una libreta con datos importantes (que luego le sirvieron para cobrarse facturas y venganzas envenenadas).
Por supuesto, en ese camino también conoció a tipos con los cuales siempre tuvo un trato especial, por los favores y por las tareas recomendadas. Uno de ellos se encumbró en todos los gobiernos, menos en uno. No ocupaba cargos, mucho menos responsabilidades legales. Hacía su trabajo estratégico: cabildeaba, chantajeaba, amenazaba y también hizo buenas relaciones con narcos y mafiosos del contrabando de armas. Siempre habrá alguien que haga el trabajo sucio para un millonario. Pero eso tiene un costo: cuando su amigo y patrón ya llegó al poder político y fue necesario sacarlo de la escena por todo lo que sabía, fue eliminado brutalmente, para callarlo y anularlo, pero sin duda alguna también para lanzar un mensaje a todos los demás: “si hablan y me denuncian les espera lo mismo”.
Ya cuando tuvo el andamiaje completo, con gente y grupos bien pagados, hizo campaña tres veces para ser Presidente. En dos ocasiones perdió. No se detuvo, “aceitó” mejor la maquinaria electoral, compró a supuestos dirigentes gremiales y de izquierda, montó una red de apoyo y de espionaje para tener la información oportuna. No tuvo límites.
A esa última competencia política llegó con su banco bien posicionado. Convirtió los colores del banco en los de su supuesto movimiento político, en realidad una empresa creada solo para los comicios. Estimuló a sus empleados a trabajar para tener cargos en el gobierno, pero sobre todo a sus socios para hacer negocios con el Estado.
Entonces, empezó el mayor negociado de toda su vida. Instaló en las empresas más importantes del Estado a sus amigos y socios más avezados, los más hábiles para camuflar negocios. Ahí tuvo réditos superiores a los 100 millones de dólares anuales. Tanto fue que su banco rindió 109 millones en plena recuperación de la pandemia. Y no solo fue eso. Las reducciones fiscales significaron más de 500 millones de dólares en sus dos años de gobierno. Y por si fuera poco: las reducciones de impuestos y tarifas, según los expertos, fueron de alrededor de 5 mil millones de dólares.
Lo más grave fue el lavado de activos en el sistema financiero: 3 mil 500 millones de dólares en un solo año.
Y cualquiera se pregunta: ¿para eso quiso la Presidencia? Sí, claro. Así, sus herederos tendrán asegurado su futuro en las próximas dos generaciones, con rendimientos financieros que incluyen negocios y cuentas en paraísos fiscales.
Lo que no se ha contado es que ni con todo el dinero del mundo podrá recuperar a plenitud su salud, pues la próstata tuvo que ser operada y le dejó secuelas, su corazón no funciona del todo bien, el melanoma lo atormenta a diario, lleva dos operaciones y siguen rastros de ese “cáncer” y, por si fuera poco, sus facultades mentales se han reducido notablemente, según los especialistas por el impacto del estrés, de las medicinas agresivas, las operaciones y un mundo de tensiones.
El joven rico, con mucha plata, ahora es un anciano adelantado, con demasiada plata y demasiadas complicaciones. Eso sí, sus herederos sabrán responder con un monumento, pues ya es notorio que tienen lo que quisieron y pueden jubilar y hasta mandar a un asilo a quien la vanidad y la codicia con el poder político no le fue suficiente.