Identidades sociales y grupos subalternos en la América colonial de la mitad del siglo XVIII
Por: Miguel Cantos Díaz
Historiador.
Director del Instituto Cultural Nuestra América ICNA.
Dirige la Colección de Pensamiento Marxista Ecuatoriano.
Trabaja en la organización del Centro Documental de la Memoria
Es uno de los fundadores de la Junta Regional de Historiadores Bicentenario de Guayaquil.

Con la aplicación de las Reformas Borbónicas a finales del siglo XVIII, los sectores subalternos batallaban por conseguir espacios de supervivencia social ante la crisis económica que enfrentaban los territorios de ultramar. El cuerpo de reformas provocó una serie de conflictos sociales a partir de las reformas fiscales que trajo consigo la implementación del tributo y la alcabala; así como el establecimiento de estancos o la apertura paulatina del comercio. A la par se desarrolló un proceso de reordenamiento territorial con el establecimiento de virreinatos e intendencias, constituyendo un proceso de modificación del orden social y cultural para los territorios americanos.
Estas reformas afectaron el orden social de los sectores subalternos y con ello el establecimiento de términos como plebe, que de acuerdo con la historiadora María Eugenia Chávez, aparecieron para designar y controlar a una población heterogénea y de “todos los colores”, la cual estuvo compuesta por la llamada “gente de castas” apelativo usado, en el caso de Guayaquil y Cartagena (regiones con alta incidencia esclavizada y liberta) para referirse a sus ancestros de origen africano. En cambio, en ciudades como Quito y Cuenca esta expresión fue esgrimida para denominar a quienes no eran considerados ni blancos ni indios, sino mestizos (incluyendo en dicha categoría a zambos y mulatos).
Orden estamental e impacto en las identidades sociales
Dentro de un marco de discusión, la plebe como noción de identidad racial/étnica, no solo correspondía a esclavos, también se la utilizó para categorizar a vagabundos, mendigos o esclavos prófugos. Es interesante señalar que desde el siglo XVI se inició un proceso de normas que marquen las diferencias de estatus entre blancos/españoles, negros, indios, mulatos e hijos de indios. Este proceso conllevó a partir de las imposiciones tributarias a sustentas formas de exclusión social a la población indígena y mestiza (los últimos considerados una mezcla de sangre y naciones contaminantes).
En este contexto surgen en el siglo XVIII una serie de estallidos, revueltas, rebeliones y sublevaciones indígenas en el espacio andino, impulsados por criollos, mestizos o caciques. Scarlett O'Phelan va a destacar tres movimientos sociales importantes en este periodo: la rebelión de los barrios de Quito de 1765, la gran rebelión de Túpac Amaru de 1780-1781 en el Bajo y el Alto Perú, y la rebelión de los Comuneros del Socorro en Nueva Granada, durante 1781. La composición interna de estos procesos va a ser el reflejo de la sociedad de castas colonial.
Tales procesos van a determinar un proceso de transformación de las relaciones sociales, prácticas culturales y tensiones en el contexto del dominio político y económico por parte de los sectores de las clases dominante. La iglesia va a cumplir un papel fundamental en la transferencia y ritualización de las ceremonias cristianas europeas en Hispanoamérica. Los sectores subalternos van a incorporar o mimetizar estas prácticas como parte de su imaginarios simbólicos y costumbres como por ejemplo las procesiones del Corpus Christi.
Frente al contexto de progreso social, las gentes de todos los colores, como en el caso de ciudades como Cartagena, Guayaquil o Lima; van a tomar distancia de sus pasados como esclavos libertos, generando una condición que les permita progresar socialmente. Estas dinámicas van a incidir en un conflicto de identidad de la plebe, quienes a partir de la construcción de discursos de identificación van a negociar su identidad social, estatus legal, privilegios económicos y de autoridad.
En el campo de lo político, de acuerdo a Josep Fontana, las tensiones entre la monarquía y sus súbditos americanos van a provocar hartazgo entre los criollos, quienes se encontraban enervados por que los cargos burocráticos más lúcidos y rentables serían ostentados por funcionarios españoles. En tanto que, los conflictos del comercio exterior entre Cádiz, México y Lima, la inflación de los productos y el control del circuito económico de la colonia con la producción de alimentos en las Haciendas, la distribución de productos importados de Europa y el comercio de metales, van a contribuir al agotamiento político de la monarquía.
Finalmente, ante el debilitamiento de la corona, la ebullición progresiva de ideas revolucionarias de emancipación ante España a finales del siglo XVIII contribuirá, a partir de la proclamación de la Constitución de Cádiz en 1812, a la caída del Imperio y el reemplazo a un complejo proyecto de nación hispanoamericana. Estos cambios van a traer consigo a una nueva clase dirigente surgida de las luchas independentistas que someterá nuevamente a los mismos sectores subalternos (indígenas y esclavos) bajo otro marco jurídico y cultural (mestizo y de blanqueamiento) que impondrá en ejercicio de representación y ciudadanía bajo los intereses de una naciente oligarquía que asumirá con conducción y el poder de los nuevos Estados.
Dentro de un marco de discusión, la plebe como noción de identidad racial/étnica, no solo correspondía a esclavos, también se la utilizó para categorizar a vagabundos, mendigos o esclavos prófugos. Es interesante señalar que desde el siglo XVI se inició un proceso de normas que marquen las diferencias de estatus entre blancos/españoles, negros, indios, mulatos e hijos de indios. Este proceso conllevó a partir de las imposiciones tributarias a sustentas formas de exclusión social a la población indígena y mestiza (los últimos considerados una mezcla de sangre y naciones contaminantes).
En este contexto surgen en el siglo XVIII una serie de estallidos, revueltas, rebeliones y sublevaciones indígenas en el espacio andino, impulsados por criollos, mestizos o caciques. Scarlett O'Phelan va a destacar tres movimientos sociales importantes en este periodo: la rebelión de los barrios de Quito de 1765, la gran rebelión de Túpac Amaru de 1780-1781 en el Bajo y el Alto Perú, y la rebelión de los Comuneros del Socorro en Nueva Granada, durante 1781. La composición interna de estos procesos va a ser el reflejo de la sociedad de castas colonial.
Tales procesos van a determinar un proceso de transformación de las relaciones sociales, prácticas culturales y tensiones en el contexto del dominio político y económico por parte de los sectores de las clases dominante. La iglesia va a cumplir un papel fundamental en la transferencia y ritualización de las ceremonias cristianas europeas en Hispanoamérica. Los sectores subalternos van a incorporar o mimetizar estas prácticas como parte de su imaginarios simbólicos y costumbres como por ejemplo las procesiones del Corpus Christi.
Frente al contexto de progreso social, las gentes de todos los colores, como en el caso de ciudades como Cartagena, Guayaquil o Lima; van a tomar distancia de sus pasados como esclavos libertos, generando una condición que les permita progresar socialmente. Estas dinámicas van a incidir en un conflicto de identidad de la plebe, quienes a partir de la construcción de discursos de identificación van a negociar su identidad social, estatus legal, privilegios económicos y de autoridad.
En el campo de lo político, de acuerdo a Josep Fontana, las tensiones entre la monarquía y sus súbditos americanos van a provocar hartazgo entre los criollos, quienes se encontraban enervados por que los cargos burocráticos más lúcidos y rentables serían ostentados por funcionarios españoles. En tanto que, los conflictos del comercio exterior entre Cádiz, México y Lima, la inflación de los productos y el control del circuito económico de la colonia con la producción de alimentos en las Haciendas, la distribución de productos importados de Europa y el comercio de metales, van a contribuir al agotamiento político de la monarquía.
Finalmente, ante el debilitamiento de la corona, la ebullición progresiva de ideas revolucionarias de emancipación ante España a finales del siglo XVIII contribuirá, a partir de la proclamación de la Constitución de Cádiz en 1812, a la caída del Imperio y el reemplazo a un complejo proyecto de nación hispanoamericana. Estos cambios van a traer consigo a una nueva clase dirigente surgida de las luchas independentistas que someterá nuevamente a los mismos sectores subalternos (indígenas y esclavos) bajo otro marco jurídico y cultural (mestizo y de blanqueamiento) que impondrá en ejercicio de representación y ciudadanía bajo los intereses de una naciente oligarquía que asumirá con conducción y el poder de los nuevos Estados.
La condición de mestizos para indios y negros
Los cambios económicos producidos en Hispanoamérica, ante el debilitamiento de la sociedad de castas a finales del siglo XVIII, condicionó la clasificación de la población en categorías raciales, atribuyendo el color de la piel, como elemento de pureza. En este contexto surge el mestizaje, vocablo construido para marcar a los hijos engendrados por españoles y mujeres autóctonas. Esto permitirá a la sociedad colonial imponer una clasificación biológica, cultural y política; así como su ubicación social y económica, principalmente para el cobro de tributos.
En consecuencia, los indios optaron por estrategias de reconocimiento legal sobre su condición de mestizo para evadir el pacto tributario y la mita. Además, de acuerdo a Rosario Coronel, a partir de su estudio de las mujeres indígenas, principalmente de las Cacicas frente al tratamiento del mayorazgo español, la historiadora plantea que los indios mantenían igual rango que la nobleza española. Esta condición de cacicazgo les permitía entre otros atributos, a más de gozar de facultades jurisdiccionales sobre tierras e indios, ejercer cierta manipulación del mestizaje como posible opción y como instrumento de legitimación.
En los juicios estudiados por Coronel, plantea que “las cacicas desarrollaron estrategias complejas, como una especie de dispersión andina del riesgo, en una coyuntura incierta”. Estos mecanismos permitieron inducir a un proceso de reindianización de sus maridos mestizos a partir de la recuperación de los antiguos apellidos indios o mediante la definición como indios o mestizos a sus hijos. Pero, otra de las formas de asumir su condición de mestizo fue por medio del matrimonio por parte de sus maridos, mientras que la reafirmación étnica como indios es dada por las cacicas.
Para la América colonial este nuevo imaginario de indios y mestizos que conduce a un proyecto transgeneracional de mejora de la raza, que, de acuerdo a Gonzalo Portocarrero, se legitima a partir de la “utopía del blanqueamiento” como una concesión ilusoria que deja abierto el sistema de castas para el reconocimiento de la población urbana colonial. Pero esta quimera, en consecuencia, produjo la dispersión de las identidades del mestizaje y la exclusión “de lo impuro en términos de origen/color” tal como lo señala Eugeni Chávez en “La «plebe» en una sociedad de «todos los colores» La construcción de un imaginario social y político en la colonia tardía en Cartagena y Guayaquil.”
De acuerdo a Chávez, los apelativos del mestizaje recrearon ciertos estereotipos de insolencia o peligrosidad que son asociados a la mescla de sangre y naciones. Estas conceptualizaciones son definidas cuando se habla de los sectores subalternos africanos, quienes, ante su color de piel, fueron despreciados y arrastrados a un condicionante de inferioridad social, en su actividad laboral como apariencia física. Los eruditos coloniales consideraban el color del cuerpo, como un signo de inferioridad natural de los africanos esclavizados y de su descendencia. En tanto que, las autoridades coloniales impidieron la celebración de matrimonios con gente blanca e indígena para evitar la contaminación racial.
Es claro que los prejuicios del origen/color asociado al ancestro africano va a influir en las dinámicas de legitimación social y política colonial. Siendo los negros condicionados como gente violenta e insolente, por parte de sus amos como de las autoridades; van a continuar recreando estos estereotipos de marginación y desprecio ante esclavos o libertos. Esto trajo consigo, de acuerdo a Chávez, el prejuicio de la diferenciación de los mestizos de origen africano, creando una serie de adjetivos y términos para nombrarlos y diferenciarlos como: «zambo», «cuarterón», «moreno», «mulato», «pardo» o vocablos generalizadores, como «castas» o «gente de todos los colores».
Por lo tanto, estos elementos van a ahondar posiblemente en lo político, con la existencia de una importante población libre de origen africano que iba creciendo, así como los elementos de violencia, castigo y temor con que eran sometidos por parte de las autoridades civiles como eclesiásticas. Finalmente, estas marcadas diferencias sociales impuestas a la población negra, van a determinar otras condiciones políticas de transgresión, así como toda una serie de conflictos que, a lo largo del siglo XVIII, va a calor en los imaginarios sociales y políticos coloniales, creando una serie de contradicciones y pugnas que posibilitarán nuevas formas de identificación colectiva y social en la transición del régimen colonial al republicano. Probablemente ante los diversos procesos independentistas que se van a gestar en otras latitudes del continente, como la rebelión de Haití en 1791 y su posterior independencia en 1804.
Investigación de: Miguel Cantos Díaz