Una mirada profunda a la historia del chapeteo
Por: María Fernanda López
Docente investigadora, curadora ecuatoriana y especialista en gestión de proyectos enfocados en producción, investigación, circulación y pedagogías para distintas comunidades.

Son las 2 de la mañana de un sábado cualquiera, hemos ido por unas copas junto a Fun. En medio de la oscuridad de la calle y mientras él marca su tag, alguien nos grita de pronto: ‘oee, oee presta esa lata’. Nos asustamos, sentimos miedo, pensamos que se trataba de un asalto. Aparece de pronto un hombre de unos 45 años aproximadamente que nos dice: ‘tranquilo pana, soy el Fantasma 77, y yo también rayo, pero yo le hago al chapeteo’.
‘Mi número no puede olvidarse jamás. Mi nombre es Plomo y mi apellido seventysix. Plomo 76’, me supo decir; cuando pedí que me explicara este tema de la numeración junto a la chapa, que yo estúpidamente había pasado por alto.
‘Para chapear en Guayaquil no había límites...’, me dijo Yinsu 96, cuando le pregunté sobre la ubicación geográfica del chapeo en Guayaquil.
Introducción
‘Los jóvenes son el espejo de la sociedad en la que viven, reflejan sus problemas devuelven una imagen que muchas veces no queremos ver.’ Nelsa Curbelo
El presente paper hace referencia al chapeteo, un tipo de identidad gráfica en Guayaquil comúnmente marginado y condenado por su relación con el pandillaje y la asociación ilícita. Estas marcas en el espacio surgieron a finales de 1980 y se extendió su uso a toda la década de los 90 e incluso entrados los 2000; es por esta razón que podemos inferir que existen al menos tres generaciones de chapeadores. La reflexión profunda del chapeteo comienza con una breve descripción del contexto de Guayaquil y las características claves de esta ciudad.
Guayaquil es la segunda ciudad más grande del Ecuador y es también el puerto principal del país. Esta ciudad está conformada por una población diversa de origen mestizo, indígena, europeo y afrodescendiente, así como también migrantes económicos de los Andes ecuatorianos que se conoce como ‘La Sierra’. La mayoría de personas trabajan en el campo del comercio. A decir del teórico Francisco García Serrano.
Guayaquil no solo es la concentración urbana más grande del Ecuador, sino que constituye una ciudad símbolo de la pujanza, el desarrollo y la modernidad ecuatoriana. Desde su fundación en 1537 la ciudad se convirtió en un puerto estratégico para el comercio entre las costas del Pacífico y el Caribe.
Particularmente para el Ecuador la ciudad constituye el principal polo agroindustrial, comercial, portuario e incluso turístico.
Guayaquil tiene una amplia concentración urbana conformada por 16 parroquias: Ayacucho, Bolívar, Carbo, Chongón, Febres Cordero, García Moreno, Letamendi, Olmedo, Pascuales, Roca, Rocafuerte, Sucre, Ximena, Urdaneta, Tarqui, y Nueve de Octubre. Geográficamente están divididas en zona norte, centro, sur, este y oeste. Estas parroquias a su vez cuentan con barrios, tanto en el norte como en el sur, que se consideran como tradicionales: Centenario, Urdesa, Las Peñas, Alborada, entre otros. Algunas zonas en cambio son identificadas como peligrosas: Guasmo, Cristo del Consuelo, La Floresta, Monte Sinaí, Bastión Popular, El Fortín, El Suburbio. Durante los 80 y 90, la situación de estos sectores
tradicionales, peligrosos o no, y la ciudad en general se debatía en medio de problemas de insalubridad, caos, inseguridad y déficit de servicios básicos. Este panorama urbano iba de la mano de un crecimiento desmedido, desordenado y la ausencia de políticas públicas para la regulació de espacios públicos y el manejo de zonas comunitarias. De cara a cuestiones en términos de acceso a educación o empleo, la situación no era muy optimista. Al parecer, estos rasgos descontrolados de un Guayaquil en vías de desarrollo y expansión fueron el caldo de cultivo adecuado para que pertenecen a diversas formas asociativas juveniles que empezaban a buscar sus propios escenarios y su lugar en la urbe. Tomando en cuenta que en la ciudad de Guayaquil se asienta un mayor índice poblacional que en el resto del país, el volumen considerable de habitantes jóvenes pasaría a ser un factor detonante en el aparecimiento de las denominadas pandillas. Surgen así estas agrupaciones en este excepcional momento para la ciudad.
En el 2004, la activista de origen uruguayo Nelsa Curbelo publicó el documento Las expresiones culturales como agentes de cambio en grupos juveniles violentos, que contenía en sus páginas un intento de trazar la genealogía de las pandillas y naciones en Guayaquil. En dicha publicación se estableció que las pandillas se trataban de grupos mixtos, hombres y mujeres de entre 12 a 30 años unidos por vínculos de amistad. Al respecto, menciona Curbelo:
“Las pandillas son grupos de jóvenes entre 20–30 integrantes con edades que van desde los 13 a los
30 años. No obedecen cadenas de mando ni tienen reglas escritas. Están compuestas por jóvenes de
ambos sexos, se reúnen en parques, para conversar, planear paseos,‘echar cabeza’ o ver quien pasa (planear o ejecutar asaltos y robos a transeúntes).”
Por su parte la investigadora Blanca Rivera señala:
“Según los datos recogidos por la DINAPEN, en la provincia del Guayas en el 2003 existían 404 pandillas, representando el 57% del total nacional. Según esta entidad, la cantidad de adolescentes detenidos, en el mismo año 2003, por contravenciones asociadas a graffiti, asociación ilícita, actitud sospechosa, daños a la propiedad, consumo de drogas y escándalos, fueron aprehendidos 10.141 personas de un total de 19.640, es decir, el 52% del total de detenciones.”
Eran tiempos violentos en Guayaquil, tiempos en que la descomposición familiar impregnada de los primeros movimientos migratorios, creabanhogares disfuncionales que generaban niños y niñas en estado de carencia afectiva y soledad. Aparecía entonces la pandilla como sustituto familiar, una familia adquirida que estaba dispuesta a abrazarlos y brindarles la protección y afecto que en sus
hogares no encontraban. Como nos indicó Snop 10, en la entrevista que más adelante transcribimos:
“La falta de amor, todos teníamos la misma historia. Había padrastros, madrastras, mi madre que fue
padre y madre. Salíamos a la calle a buscar la atención que no teníamos en la casa. En la pandilla teníamos el amor que necesitábamos, comida un hola, ¿cómo estás? Si no teníamos, robabamos.”
Esta necesidad de crear vínculos y bienestar llevó a estos grupos a cometer hechos delictivos con el
objetivo de sacar para la comida, buscar latas de aerosol para rayar paredes y producir fiestas y bailes
que fuesen del agrado de todos los miembros. El trabajo etnográfico realizado arroja una edad promedio de 8 a 13 años para el ingreso en estas pandillas, y el tiempo de permanencia en estos colectivos podría extenderse hasta una década. Por las características mismas de las pandillas, estas incurrieron sin duda en hechos delictivos de menor y mediano orden.
Hubo verdaderas batallas campales entre bandas rivales en la ciudad de Guayaquil. En las más sonadas
estuvieron implicados Los Contras, New People, Marea Negra, Cherooke, Gobernantes del Norte, New Rebel, entre otras A decir de Nelsa Curbelo.
La hipótesis que propongo es que ser pandillero plantea una forma de vivir la ciudad, la polis. Por lo tanto nos encontramos frente a un acontecimiento político, que tiene sus propios códigos, alfabetos,
música, jerga, estructuras que representan una cultura en la que el manejo del poder está siempre
presente aunque las múltiples agrupaciones se definan a sí mismas como subterráneas y clandestinas.
Además de los elementos que crean cohesión de las pandillas mediante el ejercicio del poder ent-
endido como violencia, las políticas afectivas en su forja como cultura jugaron también un papel decisivo. Los profundos lazos de amistad y lealtad existentes en esos días, perduran en muchos miembros sobrevivientes hasta hoy.
Entonces nos encontramos frente a un escenario conformado por jóvenes, armados, constituidos en hermandad y con necesidades específicas de articular otras realidades en respuesta a sus carencias. Carencias originadas en sus hogares e incrementadas por un estado que no les garantiza ni sus más
mínimos derechos como ciudadanos. Tal como los chapeadores, mencionan en sus entrevistas, es el mismo gobierno que se encargó de criminalizarlos y hasta de hacerlos desaparecer de las calles con diversos operativos de limpieza social no oficiales.
Subtítulos que se encontrarán en este documento:
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El Chapeo: Génesis, pandillas.Guayaquil y la gente. ‘El chapeo apareció cuando aquí era elauge de las pandillas.’ Plomo 76
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Pichação, ganchos y chapeo; una caligrafía regional. ‘Infelizmente a pichação É um degrau pra criminalidade Começa a roubar, praticar um doze Perigo para a sociedade.’ MC Papo
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Testimonios: (Entrevistas) Pipo 12 (New people); Yinsu 96; Snop 10; Fantasma 77; Caos 30.
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