Aparicio es la neurona coja o cojonuda
El criterio expuesto en esta página es responsabilidad única de su autor.
Por: Ofelio Peláez

No salía de mi asombro cuando lo vi regordete, con un bigote muy de Jesse James, de esa línea estética marcada o construida para ahondar cierta hombría. Yo entraba al ascensor y él salía. No me reconoció. Yo lo saludé, me desconoció, me viró su ojo izquierdo. Y cuando ya se cerraba la puerta volvió. Me puse nervioso. Imaginé que podía reaccionar tal cual hizo con el Superintendente de Bancos, con esa furia de todopoderoso, de intocable. Temblé. Apreté mi puño y me dispuse a defenderme.
Pasaron dos milésimas de segundo y me sonrió. Respiré. Se me infló el estómago, el mismo que yo pensé que con el ejercicio ya había reducido su volumen. El de Aparicio era mucho más grande de aquel que yo veía de reojo cuando debatíamos en la Universidad. El más joven y su vientre estaba ajeno de grasas, quizá de mucha cerveza pero sin impacto en su redondez. Hoy, al regresar a verme en el ascensor, su camisa le queda estrecha.
¿Cuánto engorda la gente en el poder? ¿Se come más de lo debido o será el estrés y ese trajín bastante molesto y poco disciplinado con la comida?
Me reconoció. Y cualquier mundano podría sentirse halagado, pero yo temblaba porque le he dicho de todo en redes sociales. Él lo sabe, me ha bloqueado. Y supongo que el aparato de espionaje a su servicio habrá sido su apoyo directo. ¿Por eso temblé? ¿No será una cobardía de mi parte? ¿Soy ese niño que veía cucos en esos chicos más grandes y más agresivos?
- ¿Cómo estás?, me dijo como si fuésemos viejos amigos.
- Yo estoy bien, ¿tú?, respondí desde mis nerviosos gestos y labios apretados.
- Cuídate mucho, espero que estés bien- y con ese adió fulminante me dejó como si hubiese saludado al portero de mi condominio.
Ese es el sentido de la política en el hombre más poderoso del gobierno. Eso pensé cuando hablé con mi novia antes de terminar este pasaje de mi vida, mi insignificante vida frente a la poderosa imagen de Aparicio, con quien me unía una leve o pasajera amistad cuando debatíamos en la Universidad.
Y me quedo con la duda: ¿Aparicio ya no está? ¿Se fue o sigue asesorando al Presidente desde esa condición oscura de empleado o amigo bien remunerado por los servicios prestados a lo largo de los últimos 13 años?
Aparicio está y no está. Lo que cuenta es que seguirá siendo esa neurona cojonuda y un tanto coja de quien gobierna con muy pocas neuronas. Y ya.